La existencia de prácticas comerciales observadas sobre las orillas del Quequén durante el último cuarto del siglo XIX resultaron determinantes a la hora de definir el futuro emplazamiento de las instalaciones portuarias. Es justo afirmar que el éxito de las futuras gestiones en materia de modernización de la infraestructura portuaria estuvo condicionado por el desarrollo previo de un circuito comercial entre los campos de la región y los primeros muelles emplazados en la costa del río. Sin embargo, el ya mencionado informe realizado por el Ingeniero Figueroa no olvidó destacar las dificultades de contar con “(…) un puerto construido exteriormente (el cual) se hallaría mucho más expuesto por aquellos temporales, en el recinto que habría que formarse para constituir el antepuerto y el puerto mismo. Esta solución sería muy costosa.”
En franca oposición al proyecto que contemplaba el desarrollo portuario sobre las playas de Quequén, el informe destacó las virtudes de contar con un puerto emplazado sobre un río “(…) de agua dulce y correntoso, susceptible de muchas aplicaciones como fuerza motriz (…)” el cual posibilitaría en el futuro inmediato “(…) asegurar la limpieza del canal de acceso aún como preservativo de los cascos de los buques”.
Más allá de las especificaciones técnicas señaladas por Figueroa, la opinión del autor resulta, por lo menos, ambigua en lo que refiere al futuro desarrollo portuario de la región. Para su autor, las conexiones ferroviarias y el potencial manifestado por otros puertos argentinos hacían suponer que Puerto Quequén sólo cumpliría un papel secundario en la logística y la comercialización de los bienes primarios ofrecidos por su zona de influencia.
En ese sentido, el presupuesto necesario para la construcción de un puerto en el Quequén Grande “(…) no deberá pasar de 400.000 pesos moneda nacional, para responder con suficiencia al desenvolvimiento de un período de progreso de 20 años (…)” dejando bien en claro que aquellos trabajos más necesarios “(…) se hagan para habilitar en primer término el río Quequén grande y luego la bahía de San Clemente, como puertos de cabotaje”. Aunque no contamos con referencias directas, es de suponer que el informe ofició de catalizador para el inicio de nuevas gestiones, por parte de la dirigencia local, frente a los organismos provinciales y nacionales. Una dirigencia, la de Necochea, que transitó una de las crisis políticas más importante del Distrito como resultado del encarcelamiento de Adolfo Vidal, por entonces Presidente en funciones de la Corporación Municipal de Necochea.
De esta manera, Figueroa y los dirigentes de la británica Buenos Aires Great Southern Railway coincidieron en la conclusión acerca de la imposibilidad de desarrollar un complejo ferroportuario destinado a vincular la región del Quequén Grande con el mercado internacional de cereales. Para locales y extranjeros, la complejidad de las obras y la cercanía con los puertos de Mar del Plata y Bahía Blanca convertían a Quequén en un puerto secundario destinado a abastecer el circuito marítimo de cabotaje desarrollado durante buena parte del último tercio del siglo XIX.