A lo largo del período comprendido por los años 1890 y 1930, la región del Quequén Grande recibió un inusitado interés en materia de desarrollo ferroportuario por parte de diferentes grupos de inversores locales y extranjeros. Interés que, es necesario decirlo, solo logró materializarse en un, por lo menos, pequeño puerto estatal conectado a una ineficiente e incompleta red ferroviaria de capital británico. Precisamente, esta no correspondencia entre el interés manifestado por los inversores privados y el desarrollo de un complejo ferroportuario orientado hacia el norte de la región pampeana, ofrece nuevas perspectivas para comprender las características del desarrollo portuario regional y su peculiar vinculación con el sistema ferroviario. Desde este punto de vista, es posible formular futuras preguntas acerca de la estrecha relación entre las inversiones en materia ferroportuaria y el tardío desarrollo de la agricultura a lo largo del hinterland portuario.
Más allá de la compleja relación entre los elementos ferroviarios y portuarios del sistema económico en formación, el desarrollo ferroviario contó con una compleja trama que incluyó una importante variedad de proyectos ferroportuarios inconclusos con conexiones a Córdoba, Santa Fe y Bahía San Borombón por citar algunos ejemplos. El diseño de diferentes propuestas orientadas a dotar de infraestructura ferroviaria a la región está explicado por el interés de los inversores -en su mayoría extranjeros- en el desarrollo económico del hinterland portuario y, lo que es más importante, la peculiar configuración que adoptó la relación entre los centros de producción, el transporte y la comercialización de la región sudeste de la provincia de Buenos Aires. Aunque la Historia recupera a un único ganador de aquella puja por el monopolio del transporte ferroviario, durante el período comprendido entre los años 1889 y 1932, la región recibió una interesante cantidad de proyectos alternativos a la propuesta presentada -y finalmente aprobada- por los ingleses. En este contexto, el arribo del primer tren a la estación Quequén ocurrido el 4 de agosto de 1892 selló el destino definitivo en materia de transporte ferroviario.
A manera de ejemplo, al promediar la década del treinta del siglo XX, el controvertido servicio prestado por la empresa inglesa quedó manifestado en las estadísticas portuarias: sólo el 40% de los cereales exportados por Puerto Quequén fueron transportados a través del ferrocarril. Con lo cual, no sólo la región fue privada de contar con un sistema de transporte más eficiente y moderno sino que gran parte de la producción del hinterland fue redirigida hacia el puerto de Bahía Blanca bajo administración de capitales británicos. Claramente, el ineficiente diseño ferroviario se tradujo en una transferencia de riquezas desde la región sudeste hacia el sudoeste de la provincia como resultado de una mayor proporción en los costos del flete asumidos por los productores locales.