El 24 de agosto de 1901, a pocos meses de iniciadas las obras que le darían forma al frustrado muelle de “Gardella”, la revista Caras y Caretas informaba sobre el “(…) salvamento de dos pailebotes en Necochea” ocurrido el miércoles 21 de agosto de aquel año.
El ar¬tículo en cuestión, que sólo ocupó media página justo por debajo del “Crimen de Zárate”, daba cuenta de las tareas de rescate llevadas a cabo por el personal de Subprefectura al mando de Carlos A. Garibaldi, “(…) el ayudante Sr. Paz y el Contramaestre Lazbal” a los pailebotes Sociedad de Quequén y Nuevo Teiro propiedad de la ya mencionada firma “Gardella”. A lo largo de la pequeña nota, el anónimo cronista comenta que los buques “(…) fueron empujados sobre la playa norte y cerca del establecimiento del se¬ñor Cano” que no es otro que el legendario “Hotel Quequén” ubicado, en aquel momento, justo frente a la desembocadura del río homónimo.
Es de suponer que el propio Cano, quien había desempeñado un rol des¬tacado en el rubro hotelero de la Mar del Plata de finales del siglo XIX, fuera el responsable de informar al medio gráfico sobre los pormenores de la accidentada jornada ocurrida el 21 de agosto de 1901. Claramente, las publicaciones sobre este tipo de eventos no sólo saciaban la curiosidad de un público ubicado a más de 500 km de distancia sino que además introducían saberes sobre las características de los nuevos destinos turísticos en formación.
A pesar del breve desarrollo del artículo, del mismo es posible destacar algunos detalles interesantes sobre las características naturales de la desem¬bocadura del río Quequén Grande. Sobre aquellos acontecimientos, el autor afirma que, después de orientar las embarcaciones en el sentido norte-sur “(…) con toda felicidad (…) se levantó un huracán del sur oeste que les cortó las amarras empujándolos hacia la playa norte”. Una vez “(…) izada la ban¬dera de auxilio (…)” los rescatistas antes mencionados se trasladaron al lugar de los hechos “(…) procediendo al salvamento, y llevando los bo¬tes necesarios (…)” lo cual posibilitó el rescate de unos, según se puede apreciar en las fotografías de la publicación, 40 tripulantes distribuidos entre los dos buques.
Un detalle interesante de la crónica porteña es la descripción realizada por su autor sobre “(…) dicha canal [que] es demasiado angosta, y ofrece grandes dificultades a los navegantes la barra del río (…)”. Si bien contamos con otras referencias sobre las características naturales de la desembocadura, hasta el momento las fuentes nunca habían mencionado la condición “angosta” del canal de acceso. Es de suponer que los pailebotes accidentados, propiedad de “Ángel Gardella y Cía.” contaban con un tamaño superior con respecto a las embarcaciones utilizadas hasta ese momento.
Lo cual da cuenta, asimismo, del incremento en la capacidad de carga de los buques que hacían las rutas marítimas de cabotaje entre los puertos de Buenos Aires, Mar del Plata, Quequén (estos dos últimos administrados por Gardella) y Bahía Blanca. Finalmente, la recuperación de los eventos de aquel 21 de agosto de 1901 -por parte de la memoria popular- sugiere que el capitán del pailebot Sociedad de Quequén intentó quitarse la vida después de la pérdida de su buque. De todas maneras, este dato, al igual que la mayoría de las historias de naufragios de nuestra costa, no es posible -hasta el momento- corroborarlo a través de las fuentes primarias.