La historia de Puerto Quequén comprende, y explica, la historia del desarrollo urbano de las ciudades de Necochea y Quequén. Los primeros registros sobre la operatoria portuaria pueden ubicarse a principios de 1863, es decir, dos años antes de la fundación del Partido de Necochea ocurrida en agosto de 1865. El dato es útil, en todo caso, para comprender el proceso de conformación de una de las regiones portuarias más importantes de Argentina. Hacia el año 1882, las fuentes indican que Puerto Quequén comercializó un total de 3.980 toneladas de producción pecuaria (lanas y cueros), movimiento que se realizó a través de la llegada de 71 buques con un promedio de carga de 55 toneladas cada uno.
En sus orígenes, el puerto contaba con características disímiles y la operatoria se realizaba a través de diferentes muelles ubicados a lo largo del río. Entre 1863 y 1911 el sector ganadero local desarrolló un sistema portuario sobre la base de los diferentes muelles de madera ubicados a lo largo de la costa del río Quequén Grande. Este primer esquema portuario, cuyo paisaje estaba definido por un sistema de muelles dispersos sobre las dos márgenes del río, respondió a las necesidades de los primeros productores ganaderos interesados en agilizar el movimiento de mercaderías entre el puerto de Buenos Aires y el incipiente mercado de bienes de consumo surgido en la lejana región sudeste de la Provincia de Buenos Aires. Uno de los primeros sitios de embarque utilizado por los pobladores estaba emplazado en “Los Manantiales”, cerca del actual puente “Taraborelli” y sobre la margen de Necochea -a unos 7 km río arriba de la posición actual-. Con una profundidad promedio de 16 pies, el puerto permitió el ingreso de pequeñas embarcaciones denominadas “pailebotes” capaces de franquear las dificultades que ofrecía la barra sobre la desembocadura del río. Los registros documentales del año 1931, en ocasión del cincuentenario de la ciudad, dan cuenta de la existencia de una pequeña casa de chapa en los alrededores del actual muelle de pescadores que ofició de vivienda de Greco, probablemente el primer práctico del puerto.
A finales del siglo XIX, la llegada del ferrocarril implicó una profunda merma en la actividad portuaria que derivó, en el marco de una pronunciada crisis económica, en el repentino abandono de la ciudad y un gradual regreso al campo. Sin embargo, hacia el 1900, un grupo de vecinos -encabezado por Murga- apoyó las inversiones portuarias desarrolladas por el empresario Ángel Gardella. La desigual competencia del ferrocarril –que absorbió la producción de la región hacia el puerto de Bahía Blanca- y las inundaciones de 1905 dieron forma a una nueva crisis de la operatoria portuaria. Un segundo intento de un grupo de vecinos impulsó una serie de solicitudes al Estado nacional para la construcción de un nuevo puerto sobre la desembocadura, esta vez, con los medios suficientes que garantizaran la conexión de la región con el mercado internacional.
Así fue como el Congreso Nacional sancionó -en 1908- la ley Nº 5705 que dio forma a la actual infraestructura portuaria. La construcción comenzó el 13 de febrero de 1911. La empresa francesa Societé des Grands Travaux de Marseille tomó la responsabilidad de dotar a la región de un conjunto de obras que incluían las escolleras Norte (Quequén) y Sur (Necochea), un sitio de embarque de ultramar en la margen Quequén (actual sitio 1) y un muelle de cabotaje en la margen de Necochea, galpones y un puente giratorio sobre el actual sitio 1. Si bien las obras culminaron formalmente en diciembre de 1922, fue recién a finales de la década cuando las principales empresas de exportación –Bunge y Born, La Plata Cereal y Dreyfus- comenzaron a comercializar cereal desde la estación marítima. En ese sentido, el puerto ofreció importantes ventajas a los productores locales quienes protagonizaron un gradual -pero inexorable- proceso de transformación del hinterland portuario. A mediados de la década del treinta, Puerto Quequén logró comercializar medio millón de toneladas de cereal que arribaron al recinto portuario a través del sistema de transporte ferroviario (40%) y automotor (60%). En términos comparativos, las estadísticas registradas a principios del siglo XXI permiten visualizar el espectacular salto cuantitativo de unos de los cuatro puertos cerealeros más importantes de Argentina.
Las 7.500.000 de toneladas y los 300 buques registrados durante el 2016 constituyen una realidad muy alejada del con respecto a lo ocurrido durante el período comprendido por los años 1880 y 1930. A manera de ejemplo, las 811.323 toneladas operadas desde Puerto Quequén en enero de 2019 pueden ser comparadas con las 105.492 registradas a lo largo del año 1929. El estudio sobre la historia económica de nuestra región es una invitación permanente a la reflexión sobre los efectos que la evolución de la operatoria portuaria ejerció en el desarrollo urbano de las ciudades de Necochea y Quequén. Un ligero recorrido a través de las cartas, notas, expedientes y diarios del período comprendido entre los años 1863 y 192 es, en definitiva, una invitación a recuperar nuestra olvidada identidad portuaria. ¿Cuáles fueron las características iniciales de aquel puerto? ¿Qué rasgos comparte con el desarrollo portuario contemporáneo? y, más interesante aún, ¿Cuáles son las herramientas que nos ofrece Puerto Quequén para mejorar las condiciones de vida de los más de 350.000 habitantes que residen en la región sudeste de la Provincia de Buenos Aires?
Aunque este libro no pretende dar respuesta a la totalidad de interrogantes que surgen de un acercamiento rápido a través del tratamiento de algunas de sus fuentes, sí tiene como objetivo recuperar la reflexión acerca de la necesidad de pensar el desarrollo de la región sudeste de la Provincia de Buenos Aires desde la perspectiva de la evolución portuaria del Quequén Grande.
Finalmente, si bien suelen desconsiderarse los posibles aportes del conocimiento histórico para el diseño de políticas públicas, quizás resulte interesante reconocer el derrotero de aquellos que sentaron las bases del desarrollo económico regional con eje en Puerto Quequén. Lejos de constituirse en un museo de noticias pintorescas, la historia ofrece una clara ventaja a quienes deseen utilizarla en la elaboración de políticas de desarrollo local. Eventualmente, un análisis histórico sobre Puerto Quequén permitiría esbozar nuevos caminos que garanticen mayores probabilidades de éxito en la planificación de programas de desarrollo.