A principios de 1880, en el marco de los reclamos por la fundación de un pueblo cabecera para el Partido de Necochea, Ángel I. Murga dio cuenta de algunos detalles referidos al desarrollo comercial del sistema portuario al señalar que “(…) la operación de carga y descarga de un buque requiere seis días u ocho y durante este tiempo y permanencia alli me priba (sic) de atender el cargo para que he sido elegido.”
Aunque existen indicios de una exitosa triangulación comercial con los puertos de Mar del Plata y Bahía Blanca a través de la firma comercial “Pradere y Luro”, la llegada del ferrocarril a Quequén y Necochea -en 1892 y 1894 respectivamente- desvió la producción hacia el puerto de Ingeniero White (Bahía Blanca), determinando una reducción en las cantidades comercializadas durante los años 1890 y 1900.
En el marco de una pronunciada crisis económica nacional, la reducción de la operatoria demostró la fragilidad del circuito comercial local. Los expedientes judiciales de la época dan cuenta de una serie consecutiva de quiebras comerciales que pusieron en riesgo el desarrollo urbano de la región.
Fue recién a principios del siglo XX cuando la operatoria comercial resurgió gracias a la construcción del muelle de “Gardella” (emplazado en el comienzo de la escollera Sur) y la activa participación de productores y comerciantes locales interesados en el progreso de los nacientes poblados ubicados en ambas márgenes del río Quequén.
Los reclamos de Murga -acerca de la imposibilidad de cumplir con las tareas asignadas- reflejan la debilidad de las instituciones locales en el marco de la suma de funciones asignadas: justicia, inspección y administración obligaban a recorrer a caballo vastas extensiones del Partido con el fin de garantizar el naciente orden institucional de una región que apostaba, con más decisión que recursos, al desarrollo portuario sobre la desembocadura del Quequén Grande.