Hacia finales del siglo XIX, la ausencia de breakwaters o escolleras generaba muchas dificultades para el ingreso y egreso de las embarcaciones como resultado de las dificultades que presentaba la barra en la desembocadura del río. En palabras de Murga “(…) la causa de obstruirse y quedar en el verano de menor profundidad la barra es la disminución de las lluvias y un médano que tiene de arena sobre la margen derecha del río y sobre la rivera (sic) del mar”.
Desde la mirada del fundador de Necochea, la operatoria portuaria representaba un elemento clave para el desarrollo urbano local y regional: “La importancia comercial es indiscutible (…) Necochea, Lobería, Tres Arroyos y Balcarce tendrán que servirse de este puerto si se reglamentara con regularidad la navegación y se hace el transporte barato para poder competir al flete de carretas y ferrocarril que pagan los comerciantes de estos puntos hasta la capital”.
Con más necesidades que certezas, Murga estableció los principales argumentos que determinarían el futuro desarrollo comercial de Puerto Quequén.
Por otra parte, la conformación del hinterland portuario acompañó el proceso de consolidación de la operatoria portuaria con una determinación recíproca que alimentó el crecimiento económico de la actividad ganadera.
En este punto, la evolución registrada en el sistema de transporte marítimo constituyó una alternativa competitiva y eficiente para el ingreso de la producción regional al mercado de Buenos Aires.
Lejos de conformarse con el desarrollo adquirido, Murga dirigió sus esfuerzos en el sentido de ingresar el sistema portuario del Quequén dentro del circuito de cabotaje argentino al señalar que “(…) una de las causas que dará mucho impulso y movimiento a este puerto será el poder asegurar las cargas a un interés económico equitativo, porque hasta hoy la compañía no ha querido abandonar la usura (…)”.